Una anécdota de esa época cuenta que el
niño Humberto, que estudiaba para ese entonces en el Colegio Alemán de
Maracaibo, le pidieron que tradujera una planos escritos en alemán de una
máquina que estaba dañada. Al día siguiente, la había reparado. Eso muestra el
interés que ya tenía el niño por la ciencia y la tecnología.
Se especializo también en necrología y neuropatología en Estados Unidos y en biofísica, en Suecia. Añoraba el regreso a nuestro país y decía: “Continuare desafiando el destino y buscando lo que me pertenece, que es mi patria”.
En el año 1953 regresa a Venezuela y crea el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC), que luego se convirtió en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC). También creó la cátedra de Biofísica de la Universidad Central de Venezuela.
Realiza estudios de medicina en Alemania, graduándose de medico a los 21 años. Se especializa en el área de microscopia electrónica, es decir, del uso de microscopios electrónicos para ampliar la imagen de partículas muy pequeñas de la materia, tanto biótica como abiótica, empleando la radiación que producen los electrones del átomo.
Fue Ministro de educación durante los últimos días del gobierno de Marcos Pérez Jiménez. A la caída de este, tras un golpe de estado, es expulsado del país.
Estando en el exilio no deja de estudiar.
Una de sus motivaciones por la ciencia eran las muertes causadas por tumores
malignos, por lo que decidió investigar a fondo la organización de este tipo de
células.
Esto le llevo a crear más de doce inventos
y uno de ellos es la “Cuchilla de diamante”, una pieza del ultramicrótomo,
instrumento empleado para cortes ultra finos o de materiales muy duros, como
células o muestras de rocas lunares, respectivamente. Este es un ejemplo a
seguir sobre la aplicación de la ciencia y la tecnología al servicio de la
humanidad.
Por este invento, Humberto Fernández Morán
se convirtió en el único latinoamericano en recibir la medalla “John Scott”,
que también han recibido los inventores de la vacuna antipoliomielítica, de la
penicilina, de la lámpara incandescente, y la científica que descubrió el
elemento químico radio, entre otros.
Después de 1958, el doctor Fernández Morán
hizo innumerables intentos por tratar de desarrollar la ciencia en nuestro
país, pero no fue posible. Preocupado por lo que sucedía, decía en ese
entonces: “Soy un misionero y un solitario en mi propia tierra, como lo fue
Miranda y como lo fue Bolívar… persistiré en mi firme empeño de cumplir callado
mi misión, como investigador científico y educador, ocultando con la jovialidad
de Sancho mi tristeza neta de Quijote”.
El doctor Jorge García Tamayo, al referirse
a Fernández Morán, expresa: “Ojala podamos enfrentar los retos que el
desarrollo científico y tecnológico del país nos depara hacia el futuro, el
cual deberá estar, como lo veía nuestro brillante científico, lleno de
esperanza”.
Murió el 17 de marzo de 1999, en Estocolmo, producto de una aneurisma cerebral; el gobierno venezolano pidió a la familia traer sus restos al país para conferirle los respectivos honores por su obra, pero no fue posible.
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